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Las guarderías-ludotecas municipales de Piélagos se convierten en ecoescuelas

Son los dos primeros centros de estas características en Cantabria que se han sumado a este programa que, bajo la tutela de la Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor (ADEAC), busca integrar la educación ambiental en el proyecto educativo, en la propuesta pedagógica y en la programación general anual

Las guarderías-ludotecas municipales del Ayuntamiento de Piélagos -‘La Jilguera’ en Renedo y ‘Garruchines’ en Boo- se han convertido este curso 2020-2021 en Ecoescuelas.

Son los dos primeros centros de estas características en Cantabria que se han sumado a este programa que, bajo la tutela de la Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor (ADEAC), busca integrar la educación ambiental en el proyecto educativo, en la propuesta pedagógica y en la programación general anual.

Tomás García Garrido y Alejandro Longo, gerentes de la empresa Kikiru GaLo S.L., adjudicataria de las dos guarderías-ludotecas municipales de Piélagos, explican que, aunque ambos centros venían trabajando desde hace tiempo con un proyecto educativo en el que se da mucha importancia al medio ambiente, decidieron contactar con ADEAC y dar forma a este proyecto, un trabajo de tres años “muy laborioso”, que cuenta con el “apoyo básico” de las familias y del Consistorio.

En este sentido, recuerdan que los niños y niñas que acuden a ‘La Jilguera’ y ‘Garruchines’ viven a escasos kilómetros del Parque Natural de las Dunas de Liencres y de la desembocadura de uno de los ríos más importantes de Cantabria, como es el Pas, que recorre prácticamente todo el municipio.

“Piélagos cuenta con un potencial ecológico y medio ambiental inmenso”, subraya Tomás García Garrido, quien se muestra convencido de que “debemos tomar conciencia de que su conservación y aprovechamiento sostenible es un valor que es necesario preservar para los ciudadanos de hoy  y un legado que han de disfrutar las generaciones venideras”.

Aprendizaje y experiencias prácticas

El Programa Ecoescuelas combina el aprendizaje con experiencias prácticas y se desarrolla mediante una metodología participativa, que pone el acento no sólo en el alumnado y en sus  profesores, sino también en las propias familias.

Tomás García Garrido destaca que se trata de una iniciativa que anima a los niños y niñas a descubrir el medio ambiente como un medio de vida para proteger y cuidar, creando para ello sentimientos de protección, afecto, cuidado y respeto por el entorno que  les rodea.

Asimismo, incide en que, mediante el trabajo en el aula y en casa, van adquiriendo normas básicas relacionadas con el buen uso del planeta, aplicando buenas costumbres en la vida cotidiana respecto al cuidado del medio ambiente.

“Se trata de cosas muy básicas que, a veces, olvidamos como, por ejemplo, durante el lavado de dientes mantener el grifo cerrado”, puntualiza Tomás García Garrido.

 “Primero hicimos un trabajo de sensibilización con las familias y los equipos de las dos guarderías-ludotecas municipales porque, al final, todos caemos en este tipo de gestos”, rememora este docente, quien asegura que, en el caso de los niños y niñas “es fácil trabajar con ellos, a través de juegos, cuentos o canciones, que permiten enseñarles cómo usar el agua porque, “aunque parezca que no, porque aquí llueve mucho, es un recurso que se acaba y que hay que cuidar”.

En la misma línea, se refiere a otras actividades como los centros de interés, que se realizan, de nuevo, en colaboración con las familias.

Así, comenta, después de poner una “ecotarea” para el fin de semana, como recoger materiales naturales, los niños y niñas ya en su aula, a través de una instalación, tocan, manipulan y experimentan con hojas, ramas, piñas, piedras o arena aprendiendo así a reconocer elementos representativos de su entorno más cercano.

Un trabajo en equipo, que no entiende de edades

Tomás García Garrido apunta que, como paso previo a la puesta en marcha del proyecto Ecoescuelas, ‘La Jilguera’ y ‘Garruchiches’ quisieron conocer, a través de una encuesta, cómo trabajan las familias el medio ambiente y sus hogares y también qué esperaban de esta iniciativa.

 “La colaboración de los padres y madres es máxima, al igual que la implicación de los más pequeños”, afirma, al tiempo que pone el acento en que los niños y niñas traen de casa envases para el contenedor amarillo, papel para el azul, etc.

“A mí me parece muy bien porque cuanto más pequeños son más lo interiorizan, es una forma de que hagan las cosas como una costumbre y no como un imposición”, incide Ainhoa Gutiérrez Morquillas, madre de Sara, alumna de ‘Garruchines’, quien añade “esto es lo que hay que hacer y, cuanto antes lo aprendan, antes lo hacen”.

En su caso, asegura que, aunque Sara no tiene todavía dos años y no llega bien a los interruptores, “coge una banquetita, se sube, enciende y, antes de irse, apaga”.

En los mismos términos se expresa Adrián Rodríguez Caballero, padre de Marc, un alumno de la misma guardería-ludoteca, quien asegura que su hijo “parece como querer empezar a transmitir cosas que le dicen por aquí y que aprende”.

“Me parece súper importante ya desde pequeñitos, sobre todo esta generación que ha nacido con la tecnología, con las pantallas prácticamente en sus manos, eso lo van a tener sí o sí  y el contacto con la naturaleza y el conocimiento del medio ambiente, quizá haya que incorporarlo más y más en el sistema educativo”, enfatiza.

La fantasía como hilo conductor

En el arranque del Proyecto Ecoescuelas, las guarderías-ludotecas municipales ‘Garruchines’ y ‘La Jilguera’ se han fijado como objetivo específico, para el curso 2020-2021, el uso racional del agua, que se trabaja, según cuenta, Tomás García Garrido, mediante la fantasía.

A través del manzano Sinforiano, que representa al centro de Boo  y mamá Jilguera, que hace lo mismo con el de Renedo, los niños y niñas comprenden la importancia que todos los seres vivos tenemos para el planeta, la manera en que ellos se necesitan y complementan y cómo podemos interactuar de manera responsable, relata Tomás García Garrido.

“Queremos hacerles ver cómo el agua influye en lo que necesita el medio ambiente”,  enfatiza este docente, quien comenta que, para ello, “empezamos plantando una semilla, con la que crece un manzano, que da sus frutos y que, a la vez, tiene nidos para la jilguera ... dando unidad a todo, trabajando el agua aplicado al medio ambiente”.

Del Comité Ambiental a la bandera verde

Por su parte, Alejandro Longo hace hincapié en que el Proyecto Ecoescuelas consta de siete etapas, que dan comienzo con la creación de un Comité Ambiental, integrado por representantes de los equipos de las dos guarderías-ludotecas y las familias, que es el encargado de hacer una auditoría ambiental, es decir, un análisis de la situación de partida.

Posteriormente, según indica, se elabora anualmente un plan de acción, en el que se aborda uno de los tres temas básicos -agua, residuos y energía-, relacionándolo con el currículo escolar y se define un código de conducta o pautas para el desarrollo del mismo por parte de cada centro.

De manera paralela, recalca Alejandro Longo, hay que ir verificando el grado de cumplimiento del plan de acción anual y facilitar la información de los trabajos desarrollados, todo ello con el objetivo de poder presentar una memoria a ADEAC para su evaluación y, en su caso, lograr un diploma y una bandera verde, un reconocimiento de la política ambiental seguida en los centros.